El Caso Arona y la injusta lentitud de la justicia


  • Consuela la alegría de que por fin, después de 10 años, haya condenas y podamos cerrar capítulo. Pero…

Ya me leí la sentencia del Caso Arona. En lo que a mí respecta, bastante ajustada a lo que esperaba: la confirmación de la trama de corrupción urbanística, de la concesión masiva de licencias ilegales, de la habitual contratación de obras públicas a dedo vía fraccionamiento y, resumiendo, la confirmación judicial de que el Ayuntamiento de Arona ha estado regido de forma totalmente arbitraria, al margen de la legalidad y del Estado de Derecho. La confirmación de que a los dictadores locales  que regían el municipio se les fue tanto la pinza como para llegar a creer que tenían derecho a delinquir con total impunidad. O sea, la confirmación de que la ciudadanía aronera, el empresariado y cualquiera que pasara por aquí, hemos estado expuestos –y sufrido de facto– un poder político abusivo, ejercido al margen de la legalidad y la ética en beneficio exclusivo de unos pocos.

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Teniendo en cuenta que alrededor del 80% de esta sentencia versa sobre hechos que estaban ya probados hace más de diez años, y de que he escrito varias –o un montón– de veces sobre casi todo lo que se cuenta en la sentencia, como para sorprenderme ahora… Bastaba leer las actas de las comisiones y/o sesiones de la Junta Local de Gobierno de este Ayuntamiento, así como los informes jurídicos de los acuerdos adoptados, para comprobar a las claras que la ilegalidad, la arbitrariedad y los abusos de poder campaban a sus anchas por ese ayuntamiento. En realidad bastaba tener ojos y oídos o simplemente vivir en Arona para cerciorarse de eso, pero vamos, tener pruebas con cuño oficial no era tan complicado.

Faltaba, eso sí, que los tribunales definieran los delitos e impusieran las penas. Pero en lo que respecta a las ilegalidades cometidas, nada nuevo bajo el sol (al menos para quienes teníamos acceso a las pruebas que fundamentaron la querella que ha derivado en esta condena). ¿Conclusión? Que se ha perdido un tiempo precioso en la recomposición de Arona, no solo por el daño que han hecho los corruptos y su mafia, sino por la tolerancia de los partidos procorruptos y, lamentablemente, como consecuencia de tantos años de expolio, porque gran parte del daño es ya irreversible.

Sobre las penas impuestas a los 12 condenados, sinceramente, no me parecen ni bien ni mal: me repatea tanto que la Justicia que tenemos sea tan lenta en asuntos que afectan a miles de personas y, por tanto, tan injusta, que el tamaño de las penas casi es lo de menos. Eso más hechos como el de que la fiscal del caso fuera reemplazada pocos meses antes de que al Ministerio Fiscal le tocara presentar su acusación, en fin, que ha habido condena casi que por los pelos. Y frente a la decepción de mucha peña hari por que a la mayoría de los condenados les haya caído un montón de años de inhabilitación pero no cárcel y, al mismo tiempo, por la baja cuantía de la mayoría de las multas, lamento más esto último y, sobre todo, que las penas se hayan reducido a la mitad por dilaciones indebidas cuando gran parte de los condenados se ha afanado en hacer todo lo posible por dilatar la terminación del proceso. ¿Quién compensa a las víctimas de esos corruptos por las dilaciones?

Vaya por delante que que lo más que me satisface, aparte de que este caso se haya resuelto de una dichosa vez (aunque ahora toquen los recursos de casación), que es que lo tengo hasta aborrecido, es el fin oficial de la impunidad y de la cacareada presunción de inocencia.

El lado bueno: que al menos ya se dictan condenas por corrupción. No siempre fue así, aunque las pruebas fueran igual de claras y contundentes… Pero eso es otro capítulo :p . Y, cómo no, la satisfacción de que la censura haya fracasado a pesar de los millones de euros invertidos en comprar el silencio de los medios de comunicación.

Y lo mejor: que por fin se ha demostrado que quienes levantamos la pluma y la voz contra la corrupción aronera, teníamos razón 💃💃 🎉. Ya lo dije cuando se hizo pública la acusación de Fiscalía. Pero celebraciones y felicitaciones como ésta vale la pena repetirlas: Enhorabuena a todas las personas que han contribuido a que la verdad saliera a luz y a que haga al menos un poco de justicia. Especialmente, cómo no, a quienes lo han hecho a lo hari, sobre todo por el mérito de haber logrado disfrutar y reírnos a carcajadas de la pedazo lucha que nos ha tocado librar contra los delincuentes que nos gobernaban y contra todos los que se beneficiaban de la corrupción (constructores, partidos políticos, funcionarios, esbirros…). Haber llegado a disfrutar de la pelea no quita peso al hecho de que mientras la justicia se dilataba indebidamente, los corruptos y sus defensores nos condenaron a nosotros, quienes denunciábamos y criticábamos sus tropelías delictivas.

Durante los últimos años ya se habían dictado algunas sentencias contra la corrupción y contra los corruptos de Arona, las más importantes, las que dieron al traste con el aberrante Plan General de Ordenación (PGO) y, la más satisfactoria, la que expulsó a Berto de la alcaldía y marcó el principio del fin del poderío político de su corrompido clan. Y aún hay en cola una ristra más de sentencias pendientes (la más tocha, la del Caso Arona 2). Pero la que acaba de dictarse esta semana es especial, y no solo porque confirma que hemos estado regidos por delincuentes, sino porque desarticula la condena que habían intentado imponernos esos golfos y toda la gente que se beneficiaba de su ejercicio corrompido del poder público, la que simplemente habían logrado engañar y, en general, la que defendía la corrupción.

Sobre los procorruptos, sin ir más lejos, por ejemplo, el actual alcalde, José Julián Mena (PSOE) y muchos y muchas de su partido –al igual que en el PP y CC–, pusieron el grito en el cielo por el terrible daño que, según ellos, estaba haciendo la judicialización de la política (escandalosa tesis que parte de que es peor denunciar la corrupción, que la corrupción en sí misma). Cuando el 15M y la indignación le dieron la vuelta al país (el Caso Arona despegó unos años antes, a finales de 2006) y se evidenció el tremendo coste que tiene la corrupción para el interés de la mayoría de la ciudadanía, Mena jugó al disimulo pasándose al argumento de que «con las denuncias que ya hay, es bastante». Una especie de fórmula con la que maquillar que había cargado contra las denuncias y los denunciantes de la mafia político-técnica-empresarial que regía el municipio.  Pero bueno, mejor me centro en el Caso Arona, para ir cerrando capítulo del pasado, que para hablar de la decadencia actual de este municipio y de la Isla, siempre hay tiempo.

Por si no se ha notado, estoy volviendo a la actividad hari 😉 .

Tras esta primera valoración, antes de profundizar en los detalles de la sentencia, les invito a analizarla juntos. A lo largo del día la compartiré con ustedes.

4 comentarios el “El Caso Arona y la injusta lentitud de la justicia

  1. Penelope Parker dice:

    A tus pies, mi querida, nunca reir ha sido tan reconfortante.

  2. Javier Diaz Reixa dice:

    Es muy importante que se difunda el contenido íntegro de la sentencia. A muchas personas solo les interesan las condenas, pero a otros nos interesa el relato de los hechos y los argumentos que sirven de base a dichas condenas, entre otras razones porque esos argumentos pueden servir para otros procesos penales sobre delitos de corrupción

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