El exalcalde condenado e inhabilitado por prevaricación nos denunció en 2011 en nombre del Ayuntamiento de Arona por la comisión de presuntos delitos de coacción, injurias y calumnias.
La Justicia respalda nuestro alegato sobre la incompetencia del gobierno municipal para interponer esa denuncia en nombre del consistorio.
Implícitamente nos dan la razón en nuestro derecho a criticar, manifestarnos y reírnos de los escándalos de corrupción y de sus protagonistas.
Tengo un disgusto 😥 .
Ya, se supone que dicho archivo es bueno para mí y para el resto de denunciados. Sobre todo partiendo de que los gobernantes municipales nos reclamaban una indemnización de 500.000 euros por el supuesto ataque a su honor y al del consistorio ( 😆 ). Sniff, pero me quedo con las ganas de protagonizar un juicio contra el derecho a la libertad de expresión y la crítica anticorrupción respaldada con pruebas, contra el derecho al cachondeo y contra la legitimidad de la risastencia anticorrupción, jajajaja.
Con lo que me he reído sola imaginando a juez y fiscal buscando hasta con lupa el honor de esos querellantes condenados, acusados e imputados de plurimegasuper corrupción 😆 . E imaginándolos haciéndome preguntas del tipo «¿es cierto que se dice usted una espía sin serlo?» o «¿es cierto que muerde usted la mano que le da de comer?» (algunas de las acusaciones vertidas contra mí en esa ridícula denuncia).
Los querellados, por si no lo recuerdan, eran –aparte de mí– el concejal José Antonio Reverón (CxA), Julio Concepción (SSP), Sergio Cabrera (SSP), Bentor Trujillo (ANC) y una editorial. Y el por qué de ese disparate consistorial, este blog, una manifestación y un boletín sobre los escándalos de corrupción de este municipio del Sur de Tenerife.
No tenía previsto retomar aún la actividad bloguera. Pero el acontecimiento lo merece. Sobre todo por las divertidas consecuencias que acarreará el archivo de esa denuncia surreabertista (divertidas para los querellados y para los haris en general, claro está, jeje). Así que esta noche interrumpiré mi etapa de ‘activismo pasivo’ para ponerles al corriente de las novedades.