Choooooos, qué buen artículo escribió el jueves Goliardo en El Digital de Canarias. Me daban ganas de aplaudir y todo mientras lo leía. No comparto que todos los políticos sean miembros de la mierdocracia, pero sí que hay demasiados a los que esa escatológica categoría les va que ni pintada. Y lamentablemente, yo conozco en persona a unos cuantos mierdócratas políticos (no sólo en Arona, pero sí sobre todo en Arona).

Lo que sí comparto al 100 por 100 con el autor del artículo es el cambio democratizador que están insuflando a la política las redes sociales y, usando un término aún más amplio, la Web2.0 (de la que forman parte las redes sociales, junto a otras herramientas digitales de comunicación). Los tiempos han cambiado. Vivimos en la nueva era de la Sociedad de la Información. Y la información ya no es un tesoro oculto que una minoría de la sociedad pueda usar a su antojo y beneficio. No es un producto con el que pueden mercadear a sus anchas un puñado de políticos, unos cuantos empresarios y unos pocos medios de comunicación. La información es un bien curioso: cuanto más se expande, cuanto más gente la posee, más poderosa se vuelve. Y con la Web2.0, ese poder está en manos del pueblo que tantos dirigentes políticos y económicos se han afanado en controlar y engañar.

Para leer el artículo completo pinchar en «Las redes sociales acabarán con la canallesca política».

Algunos fragmentos:

«No es plato de buen gusto para algunos que la sociedad civil sea consciente, cada vez más, de su fuerza, de la fuerza democrática. Algunos empiezan a sentirse inseguros, vulnerables, acostumbrados a gobernar sin más censura que la tibia moralidad que anida en la clase política sin excepciones. O con alguna extraña y rara singularidad».

«El poder de la cantidad turba al político. Y me pregunto a causa de qué. Qué tienen que esconder los elegidos en sufragio. Quizás sea que están acostumbrados al despropósito, al despilfarro sin reproche alguno. Y dónde está el poder sino en el pueblo. El pueblo es el único que se puede equivocar. Quitar y poner rey. Con la fuerza de un huracán, con la fuerza de una red social. Una red que está pescando a la vulgaridad, a la mediocridad, al absurdo, al despilfarro, a la corrupción de una clase que, más que política, debería llamarse idiótica, por su aleteo más próximo a lo privado que a lo público».

«(…) La exigencia de una administración pública y unos administradores públicos con eficacia y eficiencia ya debe ser una realidad y no una mera promesa lanzada al viento en tiempo de elecciones. El poder del pueblo y para el pueblo. Algunos han creído ser la aristocracia que domina y gestiona el estado, la autonomía, la provincia, el municipio. Sin embargo han convertido una profesión digna y loable en la mierdocracia por excelencia, sin recato».

«Muchos han optado por compensar sus trastornos de la personalidad, sus trastornos sociales, con el poder. La corrupción no es inherente al ser humano como ha escrito hace poco Eduard Punset. La corrupción es una psicopatía. Carece del más mínimo átomo de empatía. Ya nadie aspira a mejorar la vida del ciudadano. Aún peor ansían mejorar la vida propia a costa del erario público. Caciques de ayer reconvertidos en emperadores de hoy. Siervos de ayer con deseos delirantes de liderazgo. Hasta hace poco envueltos en urnas de cristal opaco».

Las redes sociales se han convertido en una tormenta de deseo, de razón, de democracia. Miren las barbas de nuestros vecinos: Argelia, Yemen, Túnez, Libia, Siria, Marruecos, etc. Y pongan las suyas a remojar. Nunca los políticos han estado tan cerca de la población. No es estupendo y agradable el remojón de unos y otros. A mi particularmente me entusiasma la unión sentimental de ambos, con sus defectos, con sus virtudes, con sus miserias, con sus aciertos. ¿Iremos a un mundo mejor? O como dice el alcalde de Badajoz las redes sociales son el “quinto jinete del Apocalipsis”.